El deterioro de los elementos metálicos, incluso el acero inoxidable, existentes en la piscina, son muchas veces los causantes de pequeñas manchas de óxido en paredes y suelo del vaso de nuestras piscinas. Si ha esto añadimos que el agua está tratada con sal o cloruro sódico (NaCl) estas aparecerán o precipitarán de manera más inmediata.
Hay que recalcar que estas manchas no son producto de un defecto constructivo, que también existen, pero no es el tema que nos ocupa ahora mismo.
Todo el proceso de deterioro se denomina corrosión galvánica. Cuando 2 metales diferentes se ponen en contacto producen una corriente eléctrica, en agua salada (cloración salina) ésta actúa como conductor de electrones. Su comportamiento hace que el metal menos noble (tabla periódica) se vuelva ánodo y pierda electrones. Mientras que el metal más noble se vuelva cátodo, adquiriendo carga negativa al atraer los electrones libres. El metal menos noble se convierte en óxido. Cuando la reacción continua, el cátodo se cubre de una película cedida por las partículas del metal anódico.
Por eso os recomendamos la instalación de un ánodo de sacrificio de zinc. Protege todos los elementos metálicos conectados al mismo vaso de la piscina, escaleras, cañones, pasamanos, etc… Todo la oxidación pasará a través del conductor eléctrico al ánodo de sacrifico. Haciendo que no se deterioren sus elementos metálicos de la piscina y desprendan partículas de óxido al agua que acaben convirtiéndose en manchas complicadas de tratar.
Su instalación es muy sencilla. Se coloca inmediatamente después de la salida del filtro y antes del clorador salino y es imprescindible conectarla a la toma de tierra que trae el aparato. En cuanto al mantenimiento no precisa ninguno especial. Solo hay que tener en cuenta el desgaste del ánodo de zinc, el cual se puede cambiar cuando esto ocurra.
La corrosión galvánica se puede corregir evitando así la proliferación de manchas y no alterando la estética de la piscina.